Nosotros los habitantes amamos el Monte San Miguel, prodigio de la ingéniería medieval.
“Después de una especie
de almuerzo tomado apresuradamente en la gran sala del único hotel de
Pontorson, un coche abierto nos lleva a través de las dos calles anchas y
desiertas de la pequeña ciudad, para tomar, siguiendo a un ómnibus sobrecargado
de turistas, un camino polvoriento bordeado de setos, que conduce al Mont
Saint-Michel, cuyo campanario aéreo se distingue vagamente por encima de los
altos álamos que ocultan el horizonte [1].
("Une
visite au Mont Saint-Michel". Extracto del carnet de viajes de Jules LEMAIRE)
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Nos dirigimos en coche hacia el Mont Saint-Michel por la N 176. |
A la izquierda, más allá
de los pastos y del ferrocarril de Moidrey- una prolongación de la línea
Vitré-Fougères-, los sauces del Couesnon se mecen suavemente en una brisa
fresca que atenúa el sol abrasador.
El tiempo es espléndido;
sobre nuestras cabezas, el cielo, de un azul pálido, se curva sin una sola
nube.
Estaríamos perfectamente
tranquilos si nuestro coche, que avanza a toda velocidad, no levantara esos
remolinos de polvo que, envolviéndonos como un chaparrón de ceniza, vuelven a
caer en una fina lluvia, espolvoreando el carro y toda su carga como si fuera
escarcha.
Este es uno de los...
placeres del viaje; ¡pero bueno! O eres turista o no lo eres. Algunas acciones
valen más la pena cuanto más difíciles son de realizar; y así, nuestro placer
será aún mayor al final del viaje.
(Jules LEMAIRE)
A modo de distracción,
escuchamos atentamente a uno de nuestros compañeros de viaje, un joven abad en
su tercera peregrinación al Monte, que, en un esfuerzo por despertar nuestra
curiosidad, parece aprovechar su conocimiento del lugar para representarlo con
colores ligeramente exagerados. Ciertamente no necesitamos este nuevo estímulo,
pues nuestra imaginación está en su apogeo.
Aunque avanzamos rápido,
el paisaje varía muy poco; siempre setos, polvo saturado y una perpetua cortina
de álamos al fondo. A cada momento, nos topamos con caravanas de pequeños
carromatos cargados de lodo gris llamado tangue, un rico fertilizante que se recoge
en la desembocadura del Couesnon y se transporta tierra adentro.
(Jules LEMAIRE)
Ya hemos pasado Moidrey,
con sus pequeñas cabañas de adobe dispersas entre la vegetación y su diminuta
estación escondida detras de un conjunto de árboles. Las ruedas de nuestro vehículo se
hunden hasta los ejes en el polvo del camino, y nos vemos obligados a salirnos a cada instante, desviándonos hacia una pradera arenosa abrasada por la sequía.
El fondo se aclara
visiblemente. El estuario de margas del Couesnon se ensancha como un estanque
entre sus orillas fangosas, y un bergantín-goleta, apoyado en su quilla, espera
pacientemente la marea alta para salir a flote.
Todo indica, sin embargo,
que nos acercamos al Monte, pero los desafortunados álamos, siempre cubiertos
de maleza y constantemente replantados, persisten hasta el final en ocultarlo
de nuestra mirada ansiosa.
(Jules LEMAIRE)
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Molino de viento en el camino hacia el Mont Saint-Michel. |
“Finalmente, al pasar,
con toda la velocidad que los nerviosos bíceps de un caballo de cuadra pueden
reunir, frente a una choza adornada con el pomposo título de Hôtel des Grèves,
hacemos un desvío repentino, dejando a la derecha la última hilera de nuestros
malditos árboles. La bahía de Cancale aparece entonces en toda su extensión,
y un grito de admiración escapa de nuestro pecho: ¡El Monte San Miguel está
ante nosotros, majestuoso... extraño!...”
(Jules LEMAIRE)
En medio de la inmensa
extensión cenicienta de las playas, se yergue, orgullosa y altiva, la famosa
roca coronada por los altos muros de la Abadía, sobre la cual se alza imponente
una elegante basílica. Al pie de los muros, en la ladera de la roca, la pequeña
ciudad de Saint-Michel se transforma en un anfiteatro y desciende hasta el
nivel del antiguo recinto de torres negras que la protege de las mareas altas.
(Jules LEMAIRE)
Todo este complejo,
iluminado frontalmente por un brillante sol de mediodía, parece estar a solo
unos pasos, aunque aún nos separan dos o tres kilómetros.
Estamos a punto de dejar
el camino que lleva a la orilla entre dos setos de tomillo marino. La
vegetación, cada vez más escasa, pronto desaparece por completo.
(Jules LEMAIRE)
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Lado sur. Carretera de llegada desde el aparcamiento.
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Un momento después, la
tierra firme desapareció. Rodamos sobre la superficie húmeda de la arena,
ondulada por las olas matinales y cortada por pequeños charcos de agua salada
dejados por el reflujo. Seguimos la línea de postes del telégrafo hacia Monte, y
estos, por un efecto óptico común en las playas, parecían alejarse hacia el
fondo de la bahía y retroceder a medida que avanzábamos. Era suficiente para
hacernos perder la esperanza de alcanzarlo alguna vez.
(Jules LEMAIRE)
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Vista de la pasarela de acceso al Monte San Miguel. Hoy, ya no se puede llegar en coche hasta las puertas. |
Por otro lado, este
terreno que nos sostiene no es muy sólido. Conocemos los peligros de la bahía
del Mont Saint-Michel, esos lodazales o agujeros de arenas movedizas, cuya
presencia es inconfundible y que se llevan a tantas víctimas cada año.
(Jules LEMAIRE)
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Playa a marea baja. Los guías explican a los turistas el riesgo de no conocer los peligros de estas playas.
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Paul Féval, como un
maestro, ha pintado un panorama bastante sombrío de los peligros que acechan al
viajero inexperto en estos parajes. Caminas en línea recta, confiado, engañado
por la aparente resistencia de la arena, en la que la huella de tus pasos apenas
queda marcada. Entonces, sin darte cuenta, el balanceo cede bajo tu peso y te
arrastra lentamente hacia abajo, paralizando tus extremidades. Aterrorizado,
sorprendido, una especie de vértigo te hace perder la razón, y tus esfuerzos
desesperados, inútiles e inconscientes solo sirven para acelerar tu hundimiento.
¡Es una muerte inevitable y fatal!
(Jules LEMAIRE)
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Vista de la playa a marea baja. |
Cuando el tiempo está
despejado, como hoy, con práctica se puede evitar el peligro manteniéndose
alejado de los lugares sospechosos. Pero a menudo, toda la bahía queda sepultada
por una niebla de increíble intensidad. ¡Pobre del imprudente que se pierda en la arena!,
pues, a pesar de que la campana del Monte suena para indicar la dirección a
seguir (como la niebla dispersa el sonido, esta precaución a veces es
superflua), escapará de la arena sólo para caer presa de la marea creciente.
(Jules LEMAIRE)
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Vista del río Couesnon. |
Como podemos ver, toda
esta playa, fértil en sucesos siniestros, no es más que una vasta necrópolis...
Así, los habitantes de estas regiones- donde lo sobrenatural ha estado siempre
de moda- la han poblado de numerosas y curiosas leyendas. Según una creencia
popular muy arraigada entre los residentes bretones y normandos, las almas de
los difuntos, víctimas de las arenas movedizas, se reúnen cada año la noche de Navidad para
bailar una ronda infernal que comienza al atardecer y termina al amanecer;
además, la luz, tanto en este país como en otros lugares, tiene la propiedad de
hacer desaparecer incluso a los fantasmas más audaces.
El Hada de las Playas y
el Hombre de Hierro también son producto de la imaginación fantasiosa de estas
personas, amantes de lo maravilloso.
(Jules LEMAIRE)
Aparcamos Nelly y yo en la zona a tal efecto: una zona de aparcamiento totalmente nueva en 2012 y alejada de las puertas del Monte a varios kilómetros. El precio es de 12 € al día (en 2018). A
lo lejos, se divisa la silueta del monasterio sobre la roca, un montón de
piedras que forman una extraordinaria colección de edificios apilados. Para
llegar al pueblo, tomaremos un autobús gratuito que nos llevará en 12 minutos.
Durante las mareas bajas, acercarse al Monte San Miguel es más fácil – en el momento de lo que se llama “marea muerta” – durante el primer y último cuarto de luna: es entonces cuando los coches podían llegar a las puertas del Monte (antes de las obras de desarenado de 2015) sin tener en cuenta los tiempos de la marea porque a veces el mar no rodea el Monte y otras veces permite cruzar la playa.
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Ahí está, la maravilla arquitectónica. Abajo, entrada principal al pueblo.
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Mi compañera Nelly me explica la historia del monasterio. Es historiadora y está muy puesta en todo lo concerniente al Mont Saint Michel pues hizo una tesis de doctorado al acabar la carrera.
La entrada principal a la
abadía se encuentra en la ladera sur de la roca y, durante la marea baja, el entorno se
puede recorrer a pie en cualquier momento, especialmente durante la marea
muerta. Para contemplar una de las imágenes más hermosas del Monte, debemos dirigirnos al este por la playa; sin embargo, si vamos a pie y debido a su difícil acceso, las
laderas oeste y norte son más difíciles de ver, ya que el río está al oeste y
las aguas poco profundas están al norte, por lo que es necesario ir acompañado de un
guía. Lo mejor es tomar el barco para recorrerla durante la marea
viva, especialmente en luna llena.
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Vista de la playa este con los turistas. Durante la visita, el guía enseña cómo salir de las arenas movedizas.
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Durante la marea baja, el
mar se aleja más de 12 kilómetros del Monte. A su llegada, durante la crecida,
produce primero un susurro confuso que gradualmente se transforma en un ruido como aterrador, formando una barrera formidable- es lo que se denomina perforación- en
los ríos que desembocan en el mar y en todo el estuario.
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Vista sur de las murallas. |
El Monte San Miguel es
un monasterio habitado por monjes y monjas. Ambos viven juntos bajo la regla de San Benito y se llaman benedictinos, formando una
comunidad religiosa. La abadesa guía a las monjas y el abad a los monjes. La
oración y el trabajo son actividades propias de las comunidades religiosas, y
el Monte San Miguel no es la excepción. En cuanto a la oración, rezan en los servicios religiosos, asisten a misa, leen la Biblia, los Evangelios y
otras escrituras sagradas, además de meditar. Preparan la comida, hacen dulces y queso, copian textos como antiguamente, escriben libros, cultivan el huerto, elaboran productos artesanos y reciben a
los peregrinos.
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Vista majestuosa de la abadía de San Miguel. |
Aunque los pescadores
viven en el pequeño pueblo, la zona está compuesta de casas particulares,
restaurantes, museos, albergues para peregrinos y turistas, y tiendas donde
se pueden comprar objetos religiosos y recuerdos. Como es tradicional, hay muchos vendedores
de objetos religiosos y recuerdos en el Mont Saint-Michel, ya que en la Edad Media ya existía un comercio considerable de objetos de plomo para los peregrinos, la mayor parte de ellos se fabricaban en el Monte y otra parte en París, alrededor de los lugares reservados para los orfebres.
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A la izquierda, restaurante de la madre Poulard, conocida por sus famosas tortillas, y al fondo Puerta de la Herse.
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La Maison Poulard es uno
de los establecimientos más antiguos del islote. Frente a la Torre de Guardia, muy de
moda en el siglo XVII, había un Hotel Poulard que primero se llamó Tête
d'Or; luego posteriormente pasó a ser el Hôtel de la Tête d'Or y de Saint-Michel. Hoy en día, la
marca Poulard es una de las mejores del Monte.
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La torre de vigilancia.
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Anteriormente, cuando el
Mont Saint-Michel se quedaba aislado debido a las fuertes mareas que se
producen dos veces al día, los monjes y sus habitantes no salían del
pueblo. Este tiempo lo aprovechaban para cultivar los huertos en terrazas, extraer agua de
lluvia de las cisternas o realizar tareas para los monjes. Como acto de caridad, también acogían
gratuitamente a los peregrinos que llegaban a la abadía
para descansar o recibir tratamiento durante su largo y arduo viaje a Santiago
de Compostela.
Muchos peregrinos se
detenían en la abadía para descansar y orar, algunos viajaban en grupo para
protegerse de los peligros de los bandidos que frecuentaban los caminos. Durante
la Edad Media, el monasterio del Monte San Michel fue una parada importante en la gran peregrinación a la ciudad santa de Santiago de Compostela, en
España, un viaje que miles de peregrinos, reyes, nobles y gente común, solían
realizar a pie.
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En el Monte San Miguel, los edificios conservan el gusto medieval.
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Hoy, en 2021, la vida
continúa en la roca. Son unos treinta habitantes censados oficialmente
en el Monte San Miguel, además de los comercios y restaurantes que reciben a los turistas que
superan los 3 millones cada año.
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Peñón y primer monasterio. Siglo X.
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El monasterio de
Saint-Michel lo construyó Saint Aubert sobre una roca en el siglo VIII. Se
erigió en medio del gran estuario situado entre Normandía y Bretaña.
La capilla fue consagrada
el 16 de octubre de 709, y San Auberto fundó la Abadía del Mont Saint-Michel.
Fue ocupada por doce monjes o canónigos para «dedicarse a celebrar el oficio
divino... a quienes les proporcionó suficientes rentas e ingresos para su
alimentación y vestido, y para ello les cedió los pueblos de Huynes y Genest».
(Jules LEMAIRE)
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Peñón y segundo monasterio. Siglos XI y XII.
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En el siglo XII,- dice ella- llegó el abad
Roberto de Torigni para gobernar la abadía de 1154 a 1186. Su gestión aportó una gran prosperidad al monasterio e impulsó considerablemente el estudio de las
ciencias, la literatura e incluso la poesía. Realizó importantes obras en el
monasterio, construyendo el albergue y la enfermería en el lado sur, y, al oeste varios edificios que conectaban los servicios del sur con el norte.
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Peñón y tercer monasterio Siglos XVII-XVIII. Lado sur, entrada al peñón.
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Peñón y cuarto monasterio. Siglo XX.
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Este mismo ejemplo de
ampliación del monasterio fue seguido por los abades que sucedieron al abad
Roberto de Torigni: además de reconstruir y mantener la iglesia de la abadía,
construyeron los admirables edificios del norte, desde entonces llamados La Maravilla
gracias a la generosa contribución de mecenas como Felipe Augusto.
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Vista de la parte noroeste de La Maravilla.
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Murallas y fortificaciones del lado sur.
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Dado que las murallas de
la ciudad estaban protegidas únicamente por muros de piedra o empalizadas y no existían fortificaciones, a partir del siglo XIII, el abad Richard
Tustin (1236-1264), el XXIè abad, inició su construcción.
El Mont Saint-Michel ha
sufrido varios incendios. En 1203, Guy de Thouards, duque de Bretaña, provocó
uno al no poder conquistar el Mont Saint-Michel. Prendió fuego a las casas de
la ciudad, y el fuego se extendió a los edificios de madera: las llamas lo consumieron todo excepto la iglesia, las murallas y las bóvedas.
También en el siglo XIV,
grandes incendios asolaron por completo el Monte Saint-Michel. En esta ocasión,
en julio de 1309, un rayo cayó en el campanario de la iglesia, destruyéndolo
por completo, así como una de las torres que levantó el abad Roberto de
Torigni. Las campanas se fundieron, provocando un terrible incendio. Las
llamas, atizadas por las fuertes ráfagas de viento, alcanzaron los tejados de la
iglesia y varios edificios, así como los edificios de la ciudad, que quedando prácticamente destruida. Gracias a la generosidad de los peregrinos y del rey
Felipe el Hermoso, en peregrinación a la abadía, el vigésimo quinto abad entre 1299 y 1314 Guillermo del Castillo pudo reparar la ciudad en ruinas y
reconstruir sus casas.
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Al fondo, la Puerta del Rey da acceso al interior del recinto.
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-Debe tener muchas entradas este monasterio.
-Bueno, la ciudad construida
alrededor del Monasterio tiene una sola entrada y se fue formando como defensa
natural al pie de la roca al este, sirviendo a la vez como protección contra los invasores que venían del mar y los ataques enemigos. Para llegar a la puerta principal,
la Puerta del Rey, primero se atraviesan los estrechos pasajes del Avance y la
Barbacana que dan acceso a la ciudad.
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Muralla sur.
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Al oeste, al pie de la
roca, se encontraban los edificios propiedad de la Abadía, que albergaban los
almacenes: los Fannilis o Fanis (de Fanum, heno, o mejor, de foenile, lugar
donde se almacena el heno). Fueron reconstruidos a principios del siglo XIV sobre
el emplazamiento donde se encontraban los edificios más antiguos que databan de la época del abad
Roberto de Torigni.
La Torre Fanil estaba
destinada a defender la entrada al Fanil, también conocida como la Torre Estefanía. Allí, a ambos lados del segundo patio
interior, más allá de la puerta protegida por la Torre, se extendían los
almacenes y sus graneros, el horno de la abadía, los establos, etc. Caballos y carruajes podían ascender desde este segundo patio mediante
rampas sucesivas hasta la meseta donde se criaban los potros, que conducía
desde esta meseta a los pasajes subterráneos de la Posada.
"Saltando rápidamente
sobre las rocas, subimos por una pequeña rampa y pasamos bajo una antigua
puerta arqueada en ruinas, que da acceso a un patio en cuyo extremo se
encuentra otra puerta, antaño defendida por un puente levadizo y actualmente
apuntalada por dos antiguas bombardas de hierro forjado, capturadas a los
ingleses durante el asedio de 1423. A esta segunda puerta, que da a un segundo
patio, le sigue una tercera, elevada por un antiguo edificio. Esta es la Puerta
de la Herse, que conduce definitivamente a lo que comúnmente se llama la
ciudad, compuesta de una calle empinada y sinuosa entre dos hileras de casas
ruinosas."
"Apenas tenemos tiempo de dejar nuestros paquetes en el hotel cerca de
la Puerta de la Herse cuando nos encontramos repentinamente asediados por una
banda de mendigos- la pesadilla de todos estos lugares- que se ofrecen, con un
celo tan loable como interesado, a servirnos de guías y a contarnos, para
proporcionarnos la información que necesitamos, los inagotables tesoros de su erudición
local."
"Nuestro compañero, el joven abad, conocedor de las costumbres y
tradiciones locales, nos aconseja mandar al infierno a todos estos explotadores
que no saben nada y jamás entran en la abadía."
(Jules LEMAIRE)
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Escaparate de objetos medievales.
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Tras atravesar tres
puertas sucesivas que defendían el acceso, llegamos a la Grande Rue (la Calle Mayor), la arteria
principal del pueblo. La primera es la Porte de l'Avancée (Puerta de Avance), formada por una
doble puerta, una para carruajes y otra para peatones, que da acceso al patio homónimo. Aquí se
ubicaba la antigua caseta de vigilancia de los burgueses, de principios del
siglo XVI, hoy es la actual Oficina de Turismo. Llegamos a la Puerta del Boulevard y más adelante está la tercera puerta, la Puerta del Rey. Entramos en la Grande Rue,
con sus tiendas medievales, muchas de ellas conservan todavía los hermosos rótulos.
Subimos las escaleras. La iglesia de San Pedro, la Casa del Peregrino y la
Cruz de Jerusalén se encuentran en lo alto del pueblo, testimonio de la actividad
espiritual del lugar.
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Iglesia de San Pedro.
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Frente a la Torre
Claudine, se encuentra la pequeña plaza de armas que domina y defiende el paso
que conduce desde el Grand Degré y las Murallas hasta los caminos de ronda del
norte.
A continuación, llegamos
a la Torre Norte, donde se abre ante nosotros un magnífico panorama: el conjunto de los edificios de la Merveille y de la Abadía, la inmensa vista del
mar abierto, el pequeño islote de Tombelaine, las costas y playas que se
extienden hasta donde alcanza la vista con la marea baja; la mayor parte de las
murallas se prolongan hasta el este, el sur de la ciudad y la Abadía.
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Subida a la abadía. |
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Vista de la Torre Norte.
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La Torre Norte forma el
saliente noreste y se construyó en 1260. Otras torres son la Torre
Arcade, la Torre de la Libertad, la Torre Inferior, la Torre de la Media Luna,
la Torre de la Hebilla y la Torre Gabriel.
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Torre del Rey en la entrada principal.
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Abajo, la Torre del Rey con la bandera francesa hizada.
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La Torre del Rey es el punto saliente suroeste de la plaza. Su misión es defender la
Puerta de la Ciudad y la Puerta del Rey. El acceso a la ciudad se realiza a
través de la Puerta del Rey. Sobre ella se encuentra la Logis du Roi o alojamiento del rey, que es donde se aloja el
portero que custodia al Rey.
Los edificios civiles
están muy juntos. Dentro de este conjunto, hoy podemos encontrar cuatro museos que cuentan la historia del lugar con recreaciones históricas y colecciones
de objetos. Es indudable la riqueza de las exposiciones, ya que los visitantes
pueden encontrar valiosas colecciones de antigüedades, armas, pinturas,
esculturas y relojes; así como una colección de 250 maquetas de barcos antiguos, explicaciones sobre las mareas y el periscopio. Incluso podemos hacer una visita a la casa del noble caballero bretón Bertrand Duguesclin.
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Calle del Monte San Miguel vista desde la entrada à la iglesia San Pedro.
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Al tomar la Grande Rue,
si giramos a la izquierda frente al Hôtel La Croix Blanche, llegamos a la calle
más pequeña del pueblo. Tiene un nombre curioso: es la Venelle du Guet (el callejón de la garita) que se
convierte en la Ruelle des Cocus (el callejón de los cornudos): es una calle tan estrecha que ni siquiera un pequeño animal podía pasar con los cuernos.
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Iglesia de San Pedro: el arcángel San Miguel vence al demonio.
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Hacemos una visita rápida a la
iglesia parroquial de San Pedro. El párroco, el padre Henri, está allí y le
pedimos información. Su información es muy detallada. Según él:
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Iglesia de San Pedro: Jesús camina sobre las aguas.
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"La Iglesia de San Pedro
fue construida entre los siglos XV y XVI. Esta iglesia es oficialmente el lugar
de devoción al Arcángel San Miguel. Sin embargo, está dedicada a San Pedro,
quien guarda las llaves de las puertas del paraíso. Los peregrinos que llegan
al Monte siempre han hecho una visita obligada a la Iglesia de San Pedro y
luego continúan su viaje hacia la abadía, imagen del paraíso terrenal. La
estatua de Juana de Arco se encuentra a la entrada de la iglesia, en homenaje a
San Miguel, quien la guio durante la Guerra de los Cien Años. Justo al lado se
encuentra el cementerio del pueblo."
Emprendemos la subida de las escaleras
para llegar arriba.
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Las gaviotas son como los guardas que vigilan el lugar desde lo alto de la abadía. |
Estamos a punto de
entrar en la abadía. Le pregunto a Nelly si así era realmente como entraban
los monjes y peregrinos.
-Claro, era por
aquí, a través de la capellanía. A esta sala la llamamos la Sala de las
Limosnas. Hoy es la taquilla, el lugar donde se paga la entrada y se compran
recuerdos. Al mismo tiempo, se llega por otra puerta y se termina el recorrido y la visita.
Aquí no hay decoraciones como en otras salas, porque entonces en esta sala se recibía a
los viajeros. Ves, solo hay dos naves y seis columnas en el centro.
-¿Sabías que a los monjes
se les permitía acuñar monedas durante el reinado de Carlos VII? Aquí, en la
entrada, está el horno donde se pueden ver algunas piezas de metal, era
el metal que se utilizaba para acuñar las monedas. Hoy, la sala es amplia y
moderna, muy clara, iluminada por ocho estrechas ventanas. Aquí
se recibía a los peregrinos pobres y se les daba de comer.
-Sabes,
Erwan, dice Nelly, ahora estamos en el edificio llamado
"La Merveille", en el primer piso.
-¿La Maravilla? ¿Cómo «La Maravilla»?
-Sí, «La Maravilla», está en
la ladera norte de la roca. Ha fue el último edificio que se construyó y, por lo tanto,
el más reciente. De hecho, se llama así a todo lo que es el monasterio gótico. Encima de
nosotros están la Sala de Invitados y, más arriba, el Refectorio. Luego, junto
a nosotros, al oeste, se apilan otras tres salas: la bodega, que está al
mismo nivel que la Capellanía; luego, la Sala de los Caballeros; y, más arriba,
el claustro y la iglesia, todos al mismo nivel que el Refectorio. Subiremos a
ver todas esas salas.
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Puerta de la Gran Escalera que conduce a la residencia de los monjes de la abadía. |
Dado que la pendiente de
la montaña del Mont Saint-Michel impedía que los edificios se construyeran al
mismo nivel por falta de espacio, la solución fue superponer las habitaciones y
cambiar la disposición habitual de la residencia de los monjes benedictinos.
Este edificio, llamado
«La Merveille», - continúa Nelly- es un ejemplo del estilo gótico que se extendió por toda Europa
Occidental en el siglo XIII. El muro de «La Merveille» tiene 35 metros de
altura, es una imponente construcción de tres niveles nunca antes vista. Al fondo, se encuentra la bodega.
-Me sorprendes, Nelly. ¡Todo eso construido sobre una pequeña roca! ¡No te digo nada del
andamio que tuvieron que usar!
Oigo decir a un señor que está al lado: "Esta habitación, "la bodega", también se llamó la Sala
Montgomery porque era el nombre del caballero calvinista que atacó sin éxito
la abadía durante las Guerras de Religión. Quiso tomar el Monte Saint-Michel
por sorpresa en 1591.
-¿Para qué sirve la
bodega?, le pregunto a Nelly. "Esta habitación da un poco de
miedo, es muy fría y oscura.
-Sabes,- prosigue Sandrine- esta habitación
soporta todo el peso de la abadía, y las paredes y las columnas tienen que ser lo suficientemente sólidas. No hay mucho espacio para la luz y la calefacción, porque aquí se
almacenan los alimentos y otros productos de la abadía. En los manuscritos de
Dom Jean Huynes, se pueden encontrar detalles curiosos sobre los intentos de
los hugonotes de apoderarse de la abadía durante la Liga. Mira, tengo un libro
aquí que puede ilustrarte sobre la bodega.
Nelly me pasa un libro
viejo, encuadernado en plástico, muy bien conservado. Leo la página que encuentra para mí. Está en un francés antiguo, pero se puede entender.
“Tras la muerte del gobernador de
Vicques, el señor de Boissuzé ocupó su lugar y, en el año 1591, capturó a los
enemigos en la trampa que habían tendido para destruirlo, como se detalla a
continuación. Los hugonotes, que controlaban gran parte de esta provincia de
Normandía, y en particular las ciudades y castillos que rodeaban este monte,
tendían emboscadas a diario para invadir este lugar sagrado... Sucedió un día,
entre otros, que capturaron a uno de los soldados y, tras haberle puesto la soga
al cuello, le dijeron que si quería salvar la vida debía prometer entregarles esta abadía y que, además, le darían una buena suma de dinero.”
“Este hombre, muy contento de no morir
tan pronto y tentado por el dinero que le prometieron, dijo que lo haría y
acordó con ellos la manera de cumplir su promesa: que el soldado regresaría a
este Monte, esperaría, sin disimular nada, la conveniencia de introducirlos
secretamente en esta Abadía y les diría el día que le pareciera más
conveniente para tal fin. Habiendo prometido el soldado no fallar, le dieron
cien coronas y, decididos a seguirle el juego, regresó donde fue recibido por el
Capitán del Monte y los soldados sin sospechar nada, y luego se dispuso a
cumplir su promesa.”
“Para realizarla, avisó a los hugonotes unos días después de que acudieran el 29 de septiembre a las
ocho de la tarde, domingo de la dedicación de las iglesias de Saint-Michel,
para que subieran los escalones de la fuente de Saint-Aubert; una vez allí,
al pie del edificio, se encontraría en la habitación inferior del claustro,
donde, poniéndose en la rueda [3], subiría a algunos de ellos, quienes luego
lo ayudarían en silencio a subir a los demás. Así, mediante esta artimaña,
se vendió el Monte; pero este soldado, considerando el daño que iba a causar,
se arrepintió de su cobardía y advirtió al capitán de todo lo que estaba
sucediendo. Este lo perdonó y decidió, con todos sus soldados y otros
ayudantes, pasar a cuchillo a los enemigos.”
“En cuanto a ellos,
desconociendo el cambio de voluntad de este hombre y alegrándose de que el
tiempo pareciera favorecer su plan, tanto que el aire se llenó ese día de
densos vapores, como vemos a menudo, lo cual les impidió ser vistos viniendo de
Courteil a esta roca, no dejaron de estar en el lugar designado a la hora
señalada. Entonces el soldado, fingiendo que aún los esperaba, se subió a la
rueda y comenzó a subirlos uno a uno. Dos soldados de allí los
recibieron con los brazos abiertos, los condujeron a la habitación que está
debajo del refectorio, donde les dieron de beber un vaso lleno de vino para
animarlos, pero luego los llevaron al cuerpo de guardia y los acribillaron
durante el día, comportándose así igualmente con todos.”
“Sourdeval, Montgomery y Chaseguey,
líderes de esta turba, se asombraron al no oír ningún tumulto, pues ya había muchos a caballo. Solicitaron con impaciencia que les tiraran un monje por la ventana para saber con esta señal si todo iba bien. Esto animó a los
soldados del lugar, ya desesperados, a matar al prisionero de guerra que
tenían desde hacía días, al que vistieron con un hábito de monje, le hicieron
una corona y lo arrojaron a sus enemigos. Pero, sospechando de si se trataba de un
monje, Montgomery, queriendo saber la verdad, dio la contraseña a uno de
sus soldados más fieles y lo hizo subir de guardia a uno de ellos, quien se le
acercó. Al subir y no ver a ninguno de los suyos, gritó: "¡Traición!
¡Traición!". y con este grito los enemigos, aterrorizados, descendieron hasta
la roca más fuerte, huyendo como pudieron, dejando 98 soldados de su compañía,
que quedaron sepultados en las playas... [4]”
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Iglesia pre-romana de Nuestra Señora.
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-Seguimos subiendo las
escaleras y, con algunos turistas, vamos formando un grupo caminando juntos. Tras
entrar en la barbacana que protege la primera puerta y subir la escalera
fortificada bajo el castillo hasta la entrada de la abadía, llegamos a una
puerta profunda y recta que conduce a la Sala de Guardia.
Nelly explica el
propósito de la Sala de Guardia. Todos- digo todos porque el grupo es bastante
grande- escuchamos su discurso.
-Desde aquí se accede al
monasterio, y los recién llegados entregaban sus armas antes de entrar; algunas recibían la dispensa del Prior de la Abadía. Esta sala forma parte del
llamado edificio Belle-Chaise, construido por Richard Tustin alrededor de 1250,
en una época en la que la entrada a la Abadía se encontraba en el lado norte de
este edificio.
Esta sala está tenuemente iluminada
por una pequeña ventana. Aquí es donde los guardias pasaban el tiempo,
vigilando posibles ataques.
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La gran escalera o Grand degré.
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Abandonamos la Sala de
Guardia y avanzamos por las escaleras llamadas "El grand degré" que nos llevan a
la terraza del Salto Gautier (Saut-Gaultier) donde podemos admirar una magnífica vista de la bahía desde lo más alto: Cancale al oeste, Bretaña frente a nosotros al oeste y los
acantilados de Normandía al este.
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A la izquierda, la iglesia pre-romana de Nuestra Señora y el grand degré. |
"En cuanto al portal (…),
este se abre a una plataforma pavimentada con grandes losas, llamada el
Saut-Gauthier, en memoria del desgraciado hombre con ese nombre que cayó sobre
las rocas al escalar por la barandilla. Otro portal, en el lateral, coronado por un
tímpano con un bajorrelieve que representa la aparición del arcángel a San
Aubert, se abre a una segunda plataforma encima de la gran rueda."
(Jules LEMAIRE)
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Vista oeste. Las gaviotas siempre presentes.
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Un caballero, curioso, le pregunta a Nelly:
-Allí a lo lejos se ven unos montes pequeños.
-Ah, sí, son dos macizos graníticos: Mont-Dol al
suroeste, tierra adentro, y el islote de Tombelaine al norte. Esta terraza
occidental-, continúa Sandrine, aparentemente sabiéndolo todo-, aún
conserva el patio delantero original de la iglesia abacial y los tres primeros
tramos de la nave, que fueron destruidos en un incendio en el siglo XVIII. Su
fachada es clásica y fue reconstruida en 1780.
Una mujer que mira
fijamente las paredes parece desconcertada por un enigma.
-Pero aquí no se ve
granito por ninguna parte. ¿Cómo lograron construir la abadía enteramente de granito?
-Allá, señora, hay un
archipiélago, las Islas Chaussey. Son de granito, y las piedras se tallaron allí y las transportaron en barco hasta aquí.
La mujer se queda sin
palabras, completamente asombrada.
-¡Dios mío! ¡Menudo
trabajo!
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La aguja de estilo neogótico en lo alto del campanario. En la punta del todo está la estatua de San Miguel.
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-No hace falta que les
diga, damas y caballeros, que allá arriba se alza la aguja neogótica del
campanario, erigida en 1897 y coronada por la estatua de San Miguel en cobre
dorado.
Todos giran la cabeza con
admiración ante tal hazaña.
La gente susurra entre
sí, y una niña pequeña dice:
-¿Pero cómo han subido allí? ¡Es increíble!
Yo también me quedo asombrado porque, con los ojos de hoy, estas proezas técnicas me parecen increíbles y, a la vez, están llenas de gran
valentía y fe. Es la fe la que ha impulsado a los hombres a hacer esto para
acercarse a Dios.
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Entrada a la iglesia de la abadía. |
Entramos en la iglesia de
la abadía, un edificio que parece flotar en el aire, por así decirlo. Es el tercer piso
de este gran edificio de granito llamado La Merveille. Me asombra, como a todos, el esfuerzo titánico que se ha hecho para construir algo así. Cuando
uno tiene fe, es capaz de todo, incluso de mover los bloques de granito
extraídos de las islas Chaussey y transportarlos hasta aquí para construir esta maravilla edificio, nunca mejor dicho.
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En las capillas, los fieles se paran a rezar.
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Capilla norte. Descenso de Cristo a los infiernos.
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Iglesia: base de columna de granito.
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Al lado, un nutrido grupo de
japoneses escucha las explicaciones de su guía, una chica japonesa muy llamativa, con la
ayuda de un micrófono y un altavoz enganchaados a su chaqueta. Hay gente de todas
las edades: jóvenes, adultos, mayores; chicos, chicas, abuelas... Los
enamorados van cogidos de la mano, las personas mayores observan con asombro el edificio.
Muy educados y silenciosos, todos escuchan y miran a la vez según va explicando la guía. Todos llevan cámaras Nikon y Canon.
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Rincón del coro norte.
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Nelly, a base de explicarnos las bellezas que nos rodean se ha convertido ya en la guía
oficial de un grupo en el que nadie se conoce. Nos ilumina con sus
explicaciones históricas y artísticas.
-Esta iglesia se construyó a principios del siglo XI. Como pueden ver, estamos en lo más alto
de la roca, en el tercer piso de La Merveille, a ochenta
metros sobre el nivel del mar y sobre una plataforma de ochenta metros de
largo.
Cuando estuvimos en la terraza, vimos las
playas que habíamos visto antes desde abajo. ¡Qué altos estábamos!
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Vista desde la terraza en el lado oeste.
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Después de escuchar la
pregunta de un joven, Nelly responde con explicaciones eruditas.
-Hildeberto II fue el VI
Abad Regular del Monte de 1017 a 1023; durante su mandato, emprendió la
construcción de la iglesia en 1020. Aquí encontramos los dos estilos
arquitectónicos de la época: el románico, que ya estaba en decadencia, y el gótico, que
empezaba a imponerse para ampliar el espacio y la luz. Tiene forma de cruz
latina -la cruz donde fue crucificado Nuestro Señor Jesucristo-, es decir, es
más larga que ancha, y está compuesta por siete tramos -los tres primeros, como
ya les expliqué, han sido destruidos-, por los dos cruceros y el coro. En la
nave norte encontrarán el crucero que conduce al cementerio de los monjes.
-De estilo románico, la
nave central- continúa Nelly- es la parte más extensa de la iglesia y está construida
en tres niveles: abajo los arcos, luego las galerías y más arriba los ventanales. En la parte superior, la
estructura de la nave está revestida con una bóveda de cañón con paneles. En la
nave, los fieles se reúnen para escuchar la misa. Las naves laterales son
funcionales, ya que forman una especie de galería que permite a los visitantes
detenerse a rezar en las capillas y pasear por el recinto.
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El altar es de granito. Se encuentra en el coro de la iglesia.
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El altar,- señala Sandrine- de estilo gótico, se
encuentra en el coro de la iglesia: es el espacio sagrado reservado a los
monjes, donde celebran la misa.
El estilo románico se ve especialmente en las bóvedas y los muros, pequeñas
ventanas, murales y cantería irregular que son elementos más tosocos y pesados . El estilo gótico es más elegante, decorativo y
ligero, permitiendo una mayor entrada de luz al interior; esto se aprecia en los
arcos apuntados y nervados, los esbeltos pilares, los grandes ventanales y las
vidrieras.
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Vista de estructura románica. |
-El coro de la iglesia era
originalmente románico, un estilo austero que no busca la decoración, aunque ha desaparecido por completo; hoy no queda ningún resto de su forma
original.
-¿Por qué desapareció? - pregunta una anciana que escucha con gran interés.
-Se derrumbó en 1421 y fue
reconstruido tras la Guerra de los Cien Años eligiendo ya en boga el estilo gótico flamígero. Está hecho de granito muy duro y su acabado es muy delicado.
-Había oído, señora - continúa la anciana -, que el mismísimo diablo lo hizo desaparecer una noche de
tormenta.
-Podríamos decirlo así, señora- dice Nelly-, pero en realidad, la estructura carecía de solidez. Si observa el coro, está
formado por una nave central que termina al este con el ábside inclinado: una
nave lateral a su alrededor recibe la luz de las capillas laterales y del ábside. Las capillas del norte son más estrechas que las del lado sur.
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Vista del ábside. |
Poco a poco, nos vamos conociendo y charlamos de nuestra visita, de nuestros orígenes... Mi nombre
es..., vengo de..., trabajo en... Un caballero con aspecto serio e intectual comenta:
-"Soy arquitecto y
puedo asegurarles que la calidad del trabajo de los canteros es excepcional;
este granito está tallado de forma excepcional, las molduras más complicadas son perfectas y las esculturas se han realizado con sumo cuidado. Queden maravillados,
damas y caballeros, con esta obra maestra."
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Detalle escultórico de la iglesia. |
"Al entrar bajo los arcos
de luz de esta encantadora nave inundada de luz, nos embarga una extraña emoción. El rigor del lugar, la altitud, la profunda calma que reina en este
arco de piedra y la sensación indefinida y conmovedora que produce a primera
vista impresionan a pesar de uno mismo; estas magnificencias asombran menos por
sí mismas que por el motivo dominante que guio a sus autores."
(Jules LEMAIRE)
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Nave lateral de estilo románico: solidez en la estructura y arcos de medio punto.
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“Fue sobre estas frías
losas donde, el 8 de junio de 1450, el fratricida duque Francisco de Bretaña
acudió a arrodillarse para rezar a "Monseñor Saint Michel" por el descanso del alma
de su hermano Gilles, asesinado por orden suya, cuando un religioso aplazó su comparecencia cuarenta días ante el tribunal supremo.”
(Jules LEMAIRE)
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Estilo neogótico en el deambulatorio sur: muros y ventanales esbeltos y ligeros. |
“Muchas tormentas de todo
tipo han azotado el Monte Saint-Michel; sin embargo, incluso en su apogeo, los
hombres y los elementos tuvieron la sabiduría de respetar esta sublime obra de
fe de nuestros antepasados.”
“El coro, en primer
lugar, cautiva la atención por su elegancia y asombrosa ligereza. Esta elegante
jaula de piedra, metafóricamente hablando, se ha comparado a menudo con una
glorieta cuyas ramas y follaje son de granito cincelado. El arte gótico, extravagante
y florido, despliega toda su delicada y audaz gracia.”
(Jules LEMAIRE)
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San Aubert. Capilla de la nave sur.
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“Alrededor del altar
mayor, un conjunto de ocho columnas alargadas, conectadas por bóvedas de crucería,
sostienen una galería gótica que deja filtrar los rayos del sol, filtrados a
través de una especie de vegetación artificial. Esta galería está coronada por
un friso renacentista que sirve de entablamento para una línea de vanos
trilobulados y rosetas perforadas en la base de las bóvedas.”
“En una de las capillas
laterales de la derecha, adornada con estandartes dejados por los peregrinos,
vemos un altar erigido en honor a San Miguel Arcángel matando al Dragón. La
estatua del arcángel, de plata maciza, es una obra maestra de orfebrería.”
(Jules LEMAIRE)
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Capilla norte: los cuatro evangelistss.
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“La nave, mucho más
antigua y deteriorada por su antigüedad, presenta un estilo completamente
diferente. Predomina el arco de medio punto románico. Las esculturas y la
ornamentación, bastante escasas, son extremadamente ingenuas y datan de los
inicios de este arte.”
(Jules LEMAIRE)
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Cristo crucificado.
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"A la izquierda del altar
mayor, una puerta oculta nos conduce a una primera terraza del perímetro.
Luego, con la ayuda de una escalera de caracol excavada en un contrafuerte,
seguida de un puente aéreo construido sobre el arbotante superior y con vistas a
un bosque de agujas dentadas, llegamos a una última galería que rodea la
cubierta emplomada de la iglesia."
(Jules LEMAIRE)
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Capilla de la nave norte. Relieves bíblicos.
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"Este balcón, adornado con
una balaustrada, un auténtico encaje de granito, es la cúspide de este extraño
andamiaje de construcciones de todas épocas y estilos."
(Jules LEMAIRE)
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Relieve de Adán y Eva expulsados del paraíso. Capilla norte.
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“A esta altura
vertiginosa – ¡a 150 metros sobre la costa! – la vista, libre a los cuatro
vientos, se eleva en todas direcciones y abraza, a través de una atmósfera
perturbada por el gran calor, un inmenso panorama cuyo único límite es la línea
circular del horizonte.”
(Jules LEMAIRE)
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María y el Niño Jesús en la nave sur.
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“Al norte, las verdes
laderas de Normandía terminan en la costa. La ciudad de Avranches parece una
mancha blanca sobre una alfombra verde, y a dos kilómetros del Monte, la aislada
roca de Tombelène parece un enorme naufragio varado en la arena.”
(Jules LEMAIRE)
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Una galería recorre el perímetro de la iglesia con acceso a las capillas.
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“Al este, podemos ver la
profunda y exuberante llanura que cruzamos por la mañana, así como los
numerosos pueblos que salpican la costa, y luego la desembocadura del Couesnon,
cuyas aguas embalsadas fluyen directamente por la orilla durante la marea baja.”
“Al sur, en la punta de
la costa bretona, podemos ver, entre la niebla azulada, la silueta velada del
Rocher de Cancale, tan apreciado por los amantes de ostras.”
"Finalmente, al oeste,
hasta donde alcanza la vista, el fondo ceniciento de las arenas tranquilas se
extiende hasta donde alcanza la vista, hasta el punto donde una estrecha y
brillante franja se funde con el cielo. Es el mar en su nivel más bajo, pero
que, en menos de dos horas, llenará toda la bahía con sus olas agitadas, solo
para retirarse, luego regresar, retirarse de nuevo y regresar de nuevo,
inspirando al poeta con esta venganza:
Océano, ¿qué odio ciego
te hace roer las orillas?
¿Qué Leviatán te desata
contra nuestras ciudades
y nuestros puertos?…"
"Sin embargo, es un
espectáculo indescriptible: esta marea cubre y descubre, alternativamente a
intervalos regulares, esta vasta extensión de más de 200 kilómetros cuadrados
que se extiende desde Granville hasta Cancale.
Magníficos fenómenos de
la naturaleza, ¡qué imponentes!
Perpendiculares a
nuestros pies, los puntos fijos se alejan gradualmente de nuestra mirada
atónita. El haz de luz, que incide en la base de los contrafuertes, rebota en
los tejados de la abadía, roza la pendiente de las rocas y las casas del
pueblo, para finalmente posarse en la orilla opaca y blanquecina, donde algunos
pescadores echan sus redes.
Fascinados, deslumbrados
y mareados, nos aferramos convulsivamente a la balaustrada perforada con
tréboles calados, como si todo estuviera a punto de derrumbarse en el vacío.
Por suerte, no es así, pues estas delicadas agujas de granito, que se mecen con
la más mínima brisa, han resistido más de una ráfaga de viento en los últimos
cuatrocientos o quinientos años."
(Jules LEMAIRE)
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Fachada de la entrada principal de la iglesia y terraza oeste.
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"La torre de la iglesia,
antaño rematada por un campanario coronado por la estatua dorada del arcángel,
está hoy coronada, de manera bastante prosaica, por un modesto tejado de cuatro
aguas y rodeada por una cornisa llamada la Torre de los Locos; sin duda porque
habría que estar totalmente poseído por el caso patológico de los huéspedes del
Doctor Blanche [5] para ir allí a meditar después del almuerzo.
"Huelga decir que la parte
femenina de la expedición consideró prudente no seguirnos a estas regiones más
altas. Es comprensible. Por mi parte, admito francamente que me sentí inseguro al cruzar el puente aéreo, ¡que parecía temblar bajo mis pies!..."
"Luego, cruzando el puente
de arbotantes, la escalera de caracol y la iglesia —donde encontramos a estas
damas, quizás soñando con los caballeros de antaño, tan diferentes, ¡ay!, de
los de hoy—, llegamos a un callejón empinado que serpentea entre las murallas
del castillo y la base de la basílica."
“En ese momento, los
melodiosos sonidos de un armonio llegan a nuestros oídos. Esta dulce música,
que probablemente proviene de la iglesia, posee, en medio de estas soledades,
una poesía extraordinariamente misteriosa, como un canto celestial.”
“Aquí, otra peculiaridad
merece mención. Se trata de un fino chorro de agua fresca que fluye por un
canal excavado en la roca; algo verdaderamente sorprendente a tal altura, pues
esta agua no proviene, según nos dicen, de una cisterna, sino de un manantial
natural.”
"Al final de este empinado
y sinuoso callejón, nos encontramos de nuevo en la Sala de Guardia, punto de
partida de nuestro peregrinaje."
"Durante la Revolución, el
Monte Saint-Michel se convirtió en prisión y, posteriormente, en penitenciaría
militar. Todos los edificios del convento se destinaron a este fin."
"Hace unos diez o quince
años, la Abadía se consideró inadecuada para el uso actual de este tipo de
establecimientos; por lo tanto, su personal fue trasladado a otro lugar y su
pequeña guarnición fue retirada."
“Una comunidad religiosa,
bajo los auspicios del obispo de Coutances, se estableció inmediatamente aquí
y, con la amable ayuda de la Academia de Bellas Artes, se comprometió a
preservar de la destrucción inminente este precioso ejemplo de arquitectura religiosa
y militar de la Edad Media. Se está trabajando activamente para consolidar los
puntos más defectuosos, y estas inteligentes reparaciones permitirán que este
curioso y original edificio de siglos pasados se conserve para los siglos
venideros.”
"Son estos monjes quienes,
por un franco por persona, muestran a los turistas las distintas zonas de la
abadía abiertas al público."
"Organizándonos en grupos
de cinco o seis, el hermano lego que nos guiará por el laberinto monástico toma
la iniciativa de la pequeña columna y nos conduce por un pasillo pavimentado al
aire libre, luego por un pasadizo húmedo al final del cual nos encontramos en
la planta baja del inmenso edificio conocido como la Maravilla, en la ladera
norte de la montaña."
(Jules LEMAIRE)
Una vez finalizada la
visita a la iglesia, nos dirigimos al claustro, donde podemos disfrutar de una
vista impresionante. Sandrine conversa con algunos miembros de nuestro grupo
improvisado y nos guía a este hermoso jardín, que invita a la meditación y a la
relajación. Nos hablará de este edificio, La Merveille.
 |
Puerta de acceso al claustro.
|
Nelly reúne al grupo
a su alrededor para que la escucháramos con más atención.
-Ahora, como ya
saben desde el principio, nos encontramos en la cima del edificio conocido como
La Merveille. Fue durante el mandato de Jourdain XVII, abad del Monte
San Miguel de 1191 a 1212, cuando se inició en 1203. Empezó, de abajo arriba,
con la Sala de la capellanía y la bodega; luego construyó el Refectorio en el tercer
piso, que fue terminado por Raoul des Isles en 1218.
El arquitecto, siempre
muy curioso, le hace a Sandrine una pregunta que despierta nuestra curiosidad.
-Señora, por favor, ¿el orden de los edificios corresponde a alguna razón?
-Esta pregunta es muy interesante porque es cierto que el
orden de los edificios, de abajo arriba, refleja los niveles sociales
representados en nuestra sociedad.
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La Merveille lado este.
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Como pueden ver, La
Merveille es un edificio enorme en un terreno pequeño; sus tres plantas tienen
40 metros de altura y, en una pequeña isla, su aspecto es aún más grandioso. En
la parte inferior se encuentran la gran capellanía de estilo románico y la bodega,
dos edificios algo oscuros y austeros donde la vida no es muy agradable; en el
centro, la sala de invitados y el scriptorium son edificios algo más importantes: es donde se
alojan los invitados y donde los monjes crean los manuscritos, un trabajo artístico y cultural;
y más arriba, muy cerca del cielo, se encuentran el refectorio y el claustro,
donde los monjes comen y meditan.
Así pues, no es difícil
ver que en las salas se encuentran las tres clases sociales de la Edad
Media: los campesinos en la capellanía, los nobles en la sala de invitados y
los religiosos en el refectorio. Junto a este, se construían, por un lado, la bodega
o reserva, que nos recuerda el alimento del cuerpo; luego, el scriptorium, que
es el alimento del espíritu, y, en la cima, el claustro, que sirve para nutrir
el espíritu mediante la oración y la meditación.
Cuesta creerlo cuando
oímos hablar del Mont Saint-Michel, pero el simbolismo que encierra es un
auténtico legado de su época. Esta inmensa construcción se completó en 1228
y constituye un ejemplo extraordinario de arquitectura religiosa y militar medieval.
Es evidente que requirió un enorme esfuerzo, tanto físico como económico,
construirlo en la ladera de una roca escarpada, separada del continente por una
playa inestable y peligrosa; una condición geológica que dificultaba enormemente
el transporte de los materiales procedentes de las canteras de la costa, de
donde los monjes extraían el granito necesario para su trabajo.
Veo las caras de las
personas de nuestro grupo y noto la admiración y el asombro en ellas al
descubrir el verdadero significado de esta montaña de granito creada por el
hombre. También veo otras caras que se han unido a nosotros por el placer de
escuchar las explicaciones de Sandrine.
Un hombre con sombrero de
vaquero levanta la mano para decir algo.
-Nelly: ¿Y era
necesario construir un monasterio con forma de fortaleza militar? Bueno, un
monasterio no representa ningún peligro...
-En aquella época, había
muchos conflictos entre naciones y los Estados eran inestables. Los vikingos,
los normandos, pero sobre todo los ingleses, eran la verdadera amenaza para
Francia, pues buscaban tierras para asentarse y también tesoros que robar.
Por otro lado, las
fachadas estaban diseñadas como fortificaciones: La Merveille estaba defendida,
al norte —ya que desde allí llegaban todos los barcos enemigos—, por una
muralla almenada conectada a las murallas. Una torre en el lado norte, también
almenada, servía de plaza de armas para los caminos de patrulla que se dirigían hacia el oeste. En el centro, a la altura del ángulo noroeste de La
Merveille, se alzaba un pequeño castillo —hoy desaparecido— que servía para
defender el paso del escalón, muy empinado y rodeado de murallas almenadas, que
conducía a la fuente de San Auberto.
Una hermosa mujer con
gorra negra y gafas redondas interviene:
-Ah, sí, Nelly, he
oído que se encuentra al pie de la roca, al norte. Según Dom Jean Huynes, su
origen es milagroso.
-Y usted conoce su
historia, señora...
-Louisette, Louisette Deschamps. Claro que la conozco.
-La escuchamos, señora
Deschamps, porque no la conozco muy bien.
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Fuente de las Grandes Escaleras o Grand degré.
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-Bueno, me gustaría
presentársela porque me gusta esta historia. Según la leyenda, un manantial de
agua dulce brotaba de la piedra que se utilizó para las necesidades del
monasterio hasta el siglo XV. Esta fuente, de origen milagroso según los
cronistas, estaba situada en las rocas entre las ruinas de la Torre Norte y era
la principal fuente de la que bebía la población civil, pero no era suficiente.
Resulta que, para que a la
Abadía no le faltara agua, Guillaume d’Estouteville hizo construir dos grandes
cisternas en las naves bajas del nuevo coro de la iglesia, reconstruido entre
los siglos XV y XVI e iniciado por este abad en 1450, ya que, hasta entonces,
la única fuente del Monte San Miguel, de la que hablaba Dom Jean Huynes, era
la de Saint Symphorien, situada en la Tour Boucle, bajo las murallas al este,
por donde corría un hilo de agua casi invisible.
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Puerta de salida de la iglesia para acceder al claustro.
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Sin embargo, los habitantes del Mont Saint-Michel también la utilizaban como agua milagrosa: «Era», relata Dom Huynes, «muy beneficiosa para la vista». A la Torre Norte, o Torre de la Fuente, fortificada, se accedía por una escalera almenada, protegida por altos muros que descendían del monasterio; era uno de los elementos clave de las defensas exteriores del lugar. La presencia de la Torre no sólo se justificaba por la necesidad de preservar la fuente, sino que, al constituir un saliente muy importante que formaba una especie de puesto avanzado, era como una ruta que permitía a los soldados reabastecerse por mar.
A través de una puerta en
el lado norte de la iglesia, accedemos al claustro. Sandrine mira hacia arriba
y hacia abajo buscanso información interesante.
El claustro es un pequeño
jardín elevado abierto al cielo. Los monjes dedican su tiempo a la lectura de
textos sagrados y a la meditación. Su vida es austera y muy disciplinada; están
privados de todas las comodidades que la vida puede ofrecer. Sin embargo, para
recordarles la abundancia del lugar y el paraíso, flores y frutas esculpidas les hacen compañía por
todas partes. A través del claustro, tenemos acceso al dormitorio, la cocina y
el refectorio.
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Columnas del claustro.
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-Si seguimos un poco la
lógica arquitectónica, las galerías del claustro, que se encuentra en la parte
superior, al mismo nivel que la iglesia, deben ser lo más ligeras posible para
no obstaculizar la estructura del edificio con su peso. Para aligerarlo, se utilizó carpintería de madera. Esta doble hilera de columnas que se ve ligeramente desplazada
tiene su razón de ser: dibuja perspectivas en constante cambio.
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Columnas del claustro. |
El claustro se sitúa al
norte de la iglesia, tal como exige la armonía arquitectónica monástica, pero
hay excepciones, en particular en la abadía de Beauport, cuyo claustro se
encuentra al sur. El claustro está rodeado por cuatro galerías: la sur comunica con la iglesia
y los antiguos edificios del siglo XI con el suroeste; la oriental comunica con el
dormitorio; la norte, con vistas al mar, presenta pequeñas ventanas bajas,
horadadas en el muro norte, entre los contrafuertes; la occidental nos dirige
hacia la sala capitular.
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Vista interior del claustro. |
Este claustro es uno de
los más originales y brillantes que existen en Francia, ya que presenta un
sistema de columnillas colocadas en forma de rejilla que resiste el empuje y el
movimiento de la estructura del techo, sostenida por las columnas gemelas. Su
elegante ornamentación evoca la arquitectura normanda del siglo XIII.
La decoración es muy
variada, y los capiteles carecen de follaje: hermosos rosetones tallados a
hueco, figuras y el cordero coronado con un dosel. Este claustro estaba
completamente pintado, al menos en el interior y en las dos filas de
columnillas. El lavatorio se encuentra en la galería sur.
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Se ha utilizado la piedra caliza de Caen para los arcos del claustro. Aquí podemos ver los motivos decorativos vegetales.
|
Durante algunas
ceremonias, los monjes tenían que lavarse las manos y los pies en el Lavatorio:
Omnes debent lavare pedes in claustro, todos deben lavarse los pies en el
claustro. Los monjes también lavaban los cadáveres de sus hermanos en el
Lavatorio durante los funerales; en ese momento, todos los monjes alrededor del
Lavatorio rezaban por sus hermanos difuntos en el mismo orden que en el coro.
El propósito del
Lavatorio era permitir que los monjes realizaran sus abluciones obligatorias,
como las ceremonias del lavatorio de pies, que la regla benedictina exige
realizar en el claustro el Jueves Santo y el jueves de cada semana.
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Vista de las columnas del claustro. |
Durante los inviernos muy
fríos, el agua del Lavatorio se congelaba y los monjes se lavaban las manos y
los pies en el Dormitorio con agua preparada para ello.[6]
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Piedra caliza de Caen para los arcos del claustro decorados con motivos vegetales.
|
El Claustro fue el único
lugar donde se empleó piedra caliza de Caen para crear los arcos que rodean
las galerías. Los del exterior están esculpidos por dentro. La piedra
caliza ha resistido la salinidad del viento, pero en los lados este y norte, los vientos
la han dañado profundamente. En la superficie, la zona del Claustro forma, en su
mayor parte, el techo del Salón de los Caballeros, que se encuentra debajo.
 |
Vista de las columnas y de los arcos del claustro. |
En la galería oriental,
una bella y gran puerta que comunica con los arcos interiores adosados a los
muros exteriores del Claustro da entrada al Dormitorio, cuyas dependencias se
comunican con la galería sur a través de una pequeña puerta.
 |
Interior de la galería. Los monjes podían sentarse o caminar alrededor para leer sus lecturas o meditar.
|
No tenemos nada que
decirle a Nelly; todo se ha explicado muy bien. Ahora pasamos al
refectorio, la sala donde los monjes se reunían para comer juntos.
 |
Refectorio. Las ventanas a la derecha y a la izquierda son invisibles.
|
Una niña se acerca a Nelly para hacerle una pregunta.
-Nelly, no sé qué
es un refectorio.
-Te lo explico,
cariño. El refectorio es el comedor, y los monjes comían en silencio en él;
al mismo tiempo, un hermano leía un fragmento de las Sagradas Escrituras desde
el púlpito de la pared sur, ahí arriba. Y, como ves, en las paredes laterales
del refectorio hay ventanas grandes y estrechas, que no se ven desde la entrada,
para no distraer a los monjes.
 |
Las ventanas deben permitir la entrada de la luz pero no molestar la tranquilidad de los monjes.
|
-El refectorio es
grande - exclama un joven con su hijo en brazos.
-Sí, señor,
muy grande y la sala más hermosa de La Maravilla. Sus proporciones son las más
armoniosas, los detalles son muy sencillos, como exigía la orden cisterciense,
y el efecto general, como puede ver, es grandioso. En el lado norte se encuentran
las letrinas, ingeniosamente instaladas, así como las dos discretas entradas,
excavadas en el grosor de los muros.
El refectorio es una sala
grande e ingeniosamente iluminada: sesenta ventanas están ocultas para no
distraer a los monjes de la belleza del paisaje.
 |
El púlpito desde donde el monje lee la lectura bíblica durante la comida.
|
En el muro oeste,- continúa Nelly- junto a
la entrada del claustro, se puede ver una enorme chimenea de doble hogar. En el
lado sur, había otra, pero ya no está.
Salimos del refectorio y,
por una escalera, accedemos al scriptorium y a la sala de invitados. Aquí
trabajaban los monjes, copiando, escribiendo e ilustrando manuscritos.
 |
Entrada a la Sala de los Huéspedes.
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Tras la fundación de la
Orden de San Miguel, fundada por Luis XI en 1469, la Sala de los Huéspedes tomó el nombre de Salón de
los Caballeros (de la Orden de San Miguel).
 |
San Miguel y San Aubert. Acceso a la sala de los Huéspedes.
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Bóveda gótica de la Sala de los Huéspedes.
|
La Sala llamada ahora de los Caballeros
es la mejor conservada de todo el monumento. Está compuesta por una triple
hilera de columnas con caprichosos capiteles que sostienen una esbelta bóveda
ojival; está reforzada por nervaduras salientes que se entrecruzan, cuyo punto
de convergencia, en cada clave, queda oculto por una hermosa rosa floreciente.
Los caballeros de la Orden de San Miguel, fundada por Luis XI, se reunían para
tomar decisiones y debatir. Los monjes habían cedido esta gran sala.
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Una amplia sala para la nobleza y las fiestas locales.
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El espacio del
scriptorium se divide en cuatro naves de anchura desigual, con la bodega
situada debajo. Para proporcionar una calefacción adecuada durante las
reuniones en climas fríos, se ubican dos grandes chimeneas en el muro norte. En
esta sala también se celebraban festividades en honor a las figuras más
importantes del país.
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Sala de los Caballeros: se ha eliminado una chimenea. | |
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El Salón de los
Caballeros se utilizaba como sala de asambleas generales o como Sala Capitular
de la Abadía. Dadas sus amplias dimensiones, es de suponer que aquí se
celebraban numerosas reuniones; además, cuenta con tres letrinas.
Se encuentra justo debajo
del refectorio y el Salón estaba destinado a la recepción de los reyes y nobles que
peregrinaban a la Abadía.
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Paseo de los monjes.
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 |
Paseo de los monjes. |
"Nos adentramos en el
corazón mismo de la montaña, recorriendo una serie de oscuros y sofocantes
pasadizos subterráneos, subiendo o bajando escaleras cuyos escalones,
desgastados por los diez siglos de servicio, justifican plenamente las
extraordinarias precauciones tomadas por el personal femenino de la caravana."
"Nuestro terror se redobla
cuando nos muestran una cavidad de apenas unos metros cuadrados, que contiene
la famosa jaula de hierro donde tantos desafortunados fueron torturados para
mayor gloria de Luis XV y la Pompadour."
(Jules LEMAIRE)
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Paseo de los monjes. |
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Paseo de los monjes. Capitel.
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Aquí llegamos ahora a la
cripta de los grandes pilares, erigida a mediados del siglo XV, su función es
sostener el coro gótico de la iglesia abacial.
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Paseo de los monjes. |
"Una galería que conduce a
los refectorios, no visible, nos lleva a la Cripta de los Grandes Pilares
(capilla de Notre-Dame de Mont-Tombe) donde colosales pilastras de estuco
sirven de base al ábside de la iglesia."
(Jules LEMAIRE)
Son pilares redondos de
grandes dimensiones y sin capiteles; su función es servir de base sólida a los
pilares del coro de la iglesia superior.
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Cryita de los grandes pilares.
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Seguimos con Nelly, quien nos explica todo con gran detalle. No hay preguntas y todos
escuchan atentamente.
"Una pequeña escalera chorreando humedad nos saca de estos lugares sombríos y nos conduce al lugar
más iluminado donde se encuentra la noria, un aparato tan singular como
ingenioso, cuya descripción y uso damos a continuación."
"A los muros de una
abertura que domina la ciudad se fija mediante dos fuertes pivotes un enorme
tambor de madera, en el que los vasallos del convento se deslizaban para
hacerlo girar, caminando por su propio peso, como ardillas. Este tambor, al
girar, enrollaba un largo cable proveniente del exterior y servía para izar,
sobre la parte trasera de un contrafuerte inclinado forrado con ganchos de
hierro, una especie de trineo cargado de provisiones."
(Jules LEMAIRE)
-Llegamos ahora- continúa Nelly- a la cripta de San Martín. Fue construida en el siglo XI
para sostener el brazo sur del crucero de la iglesia abacial. Vean su
altura, son 9 metros.
Luego, a través de este
pequeño pasaje, llegamos a una enorme rueda que ocupa el antiguo osario de los
monjes.
-¿Qué quiere decir esta enorme rueda?-, exclama un anciano con aire intelectual. ¿Para qué servía
esta enorme rueda?
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La gran rueda que los prisioneros giraban con las piernas en el interior para subir las provisiones y demás productos.
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-Aquí, señor, en la
abadía, había prisioneros porque la abadía estuvo cerrada a las actividades
religiosas durante un tiempo. Esta rueda se instaló alrededor de 1820 y se
utilizaba para subir la comida a los prisioneros encerrados en la abadía cuando se convirtió en prisión. Dentro de esta gran rueda, seis prisioneros la hacían girar con las piernas para subir los productos necesarios para las necesidades del
monasterio.
-¿Qué tipo de productos
eran, Nelly?- pregunta el mismo señor.
-Eran de todo tipo:
materiales de construcción, alimentos, leña... Podían subir hasta 2000
kilos cada vez.
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Rampa para subir los productos.
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Ruedas como estas se
usaban en la Edad Media en las obras de construcción. Les invito a leer algunos
libros sobre los presos y sus condiciones en las celdas; era realmente
inhumano.
"Los presos que
están en Sainte-Pélagie temen sobre todo ser deportados a Melun, a Poissy o a
otras prisiones centrales; en Melun y en Poissy, los presos temen sobre todo ser
deportados a Saint-Michel, y puedo citar a este respecto un hecho muy llamativo,
muy notable.
En Poissy, había prisioneros que temían ser trasladados al Mont-Saint-Michel. ¿Qué hicieron? Habían derribado una puerta intencionadamente; forzaron un cajón de donde sacaron un cortaplumas y
unas plumas; les llevaron ante el Tribunal de lo Penal de Versalles; y allí,
como el fiscal general concluyó que serían condenados a varios años de prisión,
protestaron y, citando el texto de la ley, demostraron que se trataba de
trabajos forzados en los que habían incurrido y que merecían.
(…) Privados de
ejercicio, confinados en habitaciones de 2 metros 80 centímetros de largo por 1
metro 80 centímetros de ancho, con una tronera de 24 centímetros
de ancho por 66 centímetros de alto y forrada de barrotes por fuera y por dentro,
respirando un aire pútrido mezclado con las exhalaciones malolientes del banquito que sirve para todas sus necesidades, y que se vacía sólo cada veinticuatro horas,
expuestos durante el invierno al viento y al humo, los desdichados prisioneros
políticos del Mont-Saint-Michel ven cómo sus vientres se hinchan por la falta
de movimiento, mientras que sus piernas se vuelven tan delgadas que apenas
pueden sostenerlas.
Las mazmorras del
Mont-Saint-Michel causan hidropesía; así lo proclamó el médico oficial de este
horrible lugar. Este es uno de los resultados del sistema carcelario vigente en
una prisión tan insalubre de por sí que varios de los presos de junio de 1832,
a quienes nadie había pensado en recluir, murieron a causa de la étisia que
contrajeron allí. Cabe citar sobre todo a Lepage, uno de los hombres fuertes
más robustos del pasillo, que murió en Bicètre, loco y tisico en grado
extremo, a consecuencia de su cautiverio en el Mont-Saint-Michel.
En las celdas que
acabamos de describir, el preso político está condenado a pasar veintitrés
horas de las veinticuatro. No ve más figuras humanas que las de los carceleros que
acuden a las seis y a las nueve de la mañana, y a las cuatro de la tarde, a
traerle comida, y que desde las siete de la tarde hasta las cinco de la mañana
hacen rondas cada dos horas, anunciadas por el ruido de las puertas al cerrarse
con estrépito y el chirrido de los cerrojos, rondas que interrumpen cada vez el
sueño del preso; no oyen más voces que el grito de:
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La Merveille y sus jardines lado oeste.
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«Cuidado» con los
centinelas", que se repite cada diez minutos; y cuando llega el momento del paseo
solitario que se le concede, cuando por fin puede respirar un aire menos
contaminado que el de su calabozo, ¿alguien quiere saber por dónde se le
permite caminar? Su único paseo es un pequeño patio de diez pasos de largo,
llamado el salto Gauthier, o una galería con aspilleras llamada la zona de
plomo. De hecho, hay un gran patio, la plataforma, el único en toda la prisión
donde el recluso puede tomar aire fresco. Los ladrones tienen derecho a ir allí
juntos y dos veces al día; en cuanto al preso político, le está absolutamente
prohibido.
Así pues, existe un lugar
en Francia donde a uno se le trata de tal manera que, con frialdad y como
resultado de un cálculo hecho a ojo, se prefiere el trabajo
forzado a vivir en este lugar, ¡y es el lugar elegido para los presos políticos!
Esto es lo que todavía ocurre hoy en un país civilizado donde el gobierno finge aire de humanidad en todos los sentidos. Desafiando todas las leyes, se
infligen impunemente torturas ilegales y odiosas a hombres que tienen más
derecho que cualquier otro a la consideración, a hombres de quienes el Sr.
Thiers dijo en 1835:
"Les dimos, ya sea en Saint-Michel, cuando eran culpables de delitos
políticos graves, o en París, cuando solo eran culpables de delitos políticos
simples, una existencia independiente, tal como deseaban... Quería que se
hicieran realidad para ellos los deseos que habíamos organizado durante quince
años; quería que no fueran como simples prisioneros, como Magalon, por ejemplo,
obligados a fabricar sombreros de paja... Durante la Restauración, nos
indignaba ver a los presos políticos tratados como ladrones, como a los demás
presos. No quería que se presentaran las mismas quejas bajo el régimen actual;
no quería que estos hombres, que habían atacado a la Guardia Nacional y
derramado la sangre de sus conciudadanos, se mezclaran en nuestras
cárceles con otros criminales."
Desafortunadamente para
él, el Sr. Thiers no siempre se ha enorgullecido de su lógica: fue durante su
ministerio cuando los presos políticos fueron tratados de una manera que ni los
ladrones ni otros presos reciben. El Sr. Thiers debe asumir su parte de responsabilidad
en la aplicación ilegal y odiosa del régimen de aislamiento exclusivamente a
nuestros amigos. [7]
"Nos adentramos en el
corazón mismo de la montaña, recorriendo una serie de oscuros y sofocantes
pasadizos subterráneos, subiendo o bajando escaleras cuyos escalones,
desgastados por los diez siglos de servicio, justifican plenamente las
extraordinarias precauciones tomadas por el personal femenino de la caravana."
"Nuestro terror se redobla
cuando nos muestran una cavidad de apenas unos metros cuadrados, que contiene
la famosa jaula de hierro donde tantos desafortunados fueron torturados para
mayor gloria de Luis XV y la Pompadour."
"En otra excavación —sin
duda para atraer bendiciones de lo alto—, en esta caverna sepulcral se
encuentra una capilla llamada la Capilla de las Treinta Velas."
"¿Por qué este número, 30?
No lo sé."
(Jules LEMAIRE)
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Cara norte: escaleras y jardines.
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La totalidad de los edificios ocupa la
mitad del pueblo; el resto son tierras disponibles para que las cultiven los habitantes y los monjes. Así lo hicieron durante el asedio del Mont
Saint-Michel: los habitantes se pusieron a cultivar estas tierras, protegidas por las guarniciones,
para satisfacer sus necesidades.
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Vista de la playa y del camino de acceso desde el lado sur. |
Si se observa con
atención, incluso hoy en día, las casas del lado sur de la Grande Rue cuentan con
pequeños jardines cerrados. Normalmente, no se pueden ver debido a la
aglomeración de las casas, pero si se está en lo alto de las murallas o al
cruzar los callejones y las escaleras colgantes, se pueden ver. Una variedad de
rosa con una fragancia excepcional ha conseguido crecer en los jardines: se trata
de la "Merveille du Mont Saint-Michel", una variedad autóctona de rosa. Los
monjes aún cultivan hoy día sus tierras, ubicadas al pie de la abadía, bajo los
alojamientos de los monjes. Sin embargo, la ladera norte de la roca, al ser más
empinada, impide el cultivo de un huerto sobre todo por la calidad del terreno.
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Vista del lado sur. |
"Al pie de esta muralla,
un pequeño bosque de abedules baja en cascada casi hasta la arena,
suavizando así la aspereza de las rocas."
"Las murallas
están cubiertas de vegetación parásita que prospera en las juntas de las
piedras desgastadas por el tiempo. Claveles silvestres y alhelíes florecen
apaciblemente en estas antiguas almenas donde antaño resonaban el sonido de las
armas y el entrechocar de las espadas. Se sabe que el Mont Saint-Michel
resistió más de un famoso asedio durante la Guerra de los Cien Años y las desavenencias religiosas."
"Cada pequeño rincón de tierra se cultiva con moderación. Por todas partes sólo hay flores y
parterres: al pie de los muros, frente a las ventanas e incluso en los tejados.
Las galerías centrales de las torres están ocupadas por encantadores jardincitos.
Es en medio de este pequeño desierto donde se aprecia el valor de la vegetación."
"A las puertas de la
ciudad, nuestros dos vehículos están enganchados y listos para partir."
"Nos tomamos de un trago,
como verdaderos normandos, un vaso grande de sidra que nuestros esófagos,
inflamados por la fatiga, nos piden, y nos acomodamos en el asiento del
autobús, detrás del conductor, para disfrutar del paisaje hasta el final, a
pesar de la caricia abrasadora del sol, que se complace en quemarnos la piel e
impedirnos contemplar las alturas."
"En un abrir y cerrar de
ojos, el autobús se llena. El postillón chasquea el látigo y los caballos se
lanzan al galope sin esperar a que subiera el segundo vagón, más lento."
(Jules LEMAIRE)
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Llegada de peregrinos.
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"Los minutos se agotan."
"A un kilómetro de la
montaña, nos encontramos con un individuo —que debió de ofrecer frecuentes
sacrificios en el altar de Baco— que se abría paso entre el lodo, dando vueltas
y vueltas descontroladas y caminando al azar. Al ritmo que va, este desafortunado
hombre nunca llegará a tierra firme antes de la marea y corre el riesgo de
enredarse en la marea negra. Está perdido si lo dejamos ir así."
"Lleno de compasión, el
cochero, rompiendo la prudente regla que aconseja a los carruajes no detenerse
jamás en la arena por miedo a los continuos balanceos, frena inmediatamente los
caballos y hace subir a su lado a este discípulo de la cerveza que, murmurando monosílabos
intercalados con un repetido hipo, acaba por quedarse dormido, saludando
profundamente a los cuatro puntos cardinales cuya inalterable gravedad no
parece en lo más mínimo perturbada por estas muestras de obsequioso respeto."
(Jules LEMAIRE)
"En ese momento, el
carruaje de nuestros compañeros se pone en marcha y se esfuerza por seguirnos
el ritmo, empujando con ahínco el carruaje."
"No hay tiempo que perder,
pues la marea traicionera e insidiosa ya se extiende a derecha e izquierda de
la montaña; en un cuarto de hora, una legua de mar la separará de la orilla."
"Finalmente llegamos a
tierra firme sin más incidentes y, antes de sumergirnos de nuevo entre los
altos árboles de la carretera de Pontorson, echamos una última mirada de
despedida a este incomparable Mont Saint-Michel, que con razón ha sido llamado
la Maravilla del Oeste."
Jules LEMAIRE. Stenay,
1879.
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Vista sur: entrada principal. |
Nelly ha terminado sus
explicaciones.
-Señoras y Señores, aquí termina nuestro pequeño recorrido por la historia de esta magnífica
abadía. Espero haberles ayudado a comprender este hermoso edificio. Muchas
gracias por su fidelidad, ya que nos han acompañado durante todo el recorrido.
La gente expresa su
alegría y satisfacción por haber escuchado las explicaciones de Nelly.
Ya eran las 19:30, y una
vez finalizado el tour, quienes nos acompañaron agradecieron a Nelly su
amabilidad, diciendo: «Nos volveremos a ver, esperamos verte pronto. Ven a
tomar algo con nosotros algún día en...». Algunos nos dieron sus correos electrónicos
y el grupo se dispersó.
Fue una visita
maravillosa porque la compañía de la gente aumentó el interés e hicimos amigos.
 |
Vista del Monte San Miguel al atardecer. |
Más información en:
Centro de monumentos
nationales:
Abbaye du
Mont-Saint-Michel
50116 Le
Mont-Saint-Michel
FRANCIA
Tél. (00 33) 02 33 89 80
00
Fax (00 33) 02 33 70 83 08
www.monumentsnationaux.fr
Libros
consultados para hacer este artículo:
Une
visite au Mont Saint-Michel.
(Extrait d’un carnet de voyage) par Jules LEMAIRE. Montmédy. 1879. BNF Gallica.
Le
Mont Saint-Michel.
Petite fugue dans la baie, le village et l’abbaye par Catherine LAROSE, Olivier
MIGNON, Bertrand BOUFLET et Sergio GOMES. Editions Les Enfants Terribles.
Nantes. 2004.
Guide
descriptif du Mont Saint-Michel
par Edouard Corroyer, architecte du gouvernement. Deuxième édition. Paris 1886.
BNF Gallica.
Les
détenus politiques au Mont Saint-Michel. Au profit des familles des détenus politiques. Paris.
1845. BNF. GALLICA.
Les prisons du Mont Saint-Michel, 1425 - 1864: d'après des documents originaux inédits par Etienne Dupont. Paris. 1913. GALLICA.
"Une visite au Mont Saint-Michel."
(Extrait d’un carnet de voyage) par Jules LEMAIRE. Montmédy. 1879. BNF Gallica.
Imágenes tomadas en el Mont Saint-Michel el 10 de marzo 2018
José María Gil Puchol© Productions 2025
Fotógrafo desde 2009 - Loudéac 22600
FRANCIA
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Santuario Notre-Dame de Lourdes
"Un voyage vers la guérison sprituelle"
https://www.youtube.com/watch?v=9SKHlxBV6SE&t=760s
Consulta mis relatos en www.edilivre.com :
Une abbaye maritime bretonne
"Les monuments mégalithiques en Bretagne"
"La tranchée des bagnards"
"La Vénus de Quinipily"
"La tortilla de madera"
"Córcega"
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http://www.edilivre.com/l-abbaye-de-beauport-jose-maria-gil-puchol.html
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